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miércoles, 31 de enero de 2024

El olor y sabor de los quelites ¿Te vale un bledo ?

Hace algún tiempo leí un libro de Patrick Süskind titulado El perfume. Historia de un asesino. La trama me produjo sentimientos encontrados: por un lado, me horrorizó, pero por otro lado me conmovió y me hizo sentir empatía por el personaje principal, no por los crímenes que cometió sino por la sensación permanente de vacío que experimentaba al no percibir olores. 
 
En el año 2021, un día me sentía muy agotada, con dolor de articulaciones y sin apetito, no tomé conciencia de que algo andaba mal hasta el momento en que tenía frente a mí un delicioso plato de pozole y me disponía a comerlo. La primera cucharada, me hizo pensar que estaba insípido, así es que le agregué sal, orégano y chile en polvo, pero no funcionó. Los días siguientes fueron muy difíciles, todo aquello que llevaba a mi boca como alimento me producía nauseas porque sentía las texturas rugosas o lisas, pero no me brindaban más información, era literalmente como masticar tela o cartón. Esta sensación me duro más de dos meses y fue una secuela del COVID-19 que adquirí en la pandemia. Ahora imagínate que te quieres refrescar con un mojito y te acuerdas de lo olorosa que es la hierbabuena triturada al fondo del vaso (Figura 1); o que prefieres un agua de limón con chaya, pero no percibes el aroma de estas dos hierbas, ¿te valdría un bledo

Figura 1. Mojito (Foto de Martha Albarrán).

Cuando utilizo la palabra bledo me refiero a la expresión utilizada en el contexto de la milpa que es un sistema del cual obtenemos alimento (Figura 2). Está constituido por maíz y otros alimentos como son frijol y calabaza. Asociados a ellos encontramos siempre otras plantas que cuando son tiernas las consumimos como alimento, son los denominados quelites. Tal vez no lo sabes, pero cuando te comes una quesadilla de flor de calabaza, o un guisado de carne de cerdo con verdolagas estas comiendo quelites. 

Figura 1. Milpa, agrosistema esencial para la alimentación mexicana (Foto de Wikipedia).

La palabra bledo significa quintonil (Amaranthus), quelite bien conocido. A este grupo también pertenece la planta que produce las semillas de amaranto que luego usamos para hacer los dulces que conocemos como alegría (Figura 3); la planta del huauzontle es una pariente. Esta palabra aparece en las crónicas de algunos historiadores cuando describen aquello que se conoce como jardines flotantes que eran brindados como tributo por los nahuas al rey de Azcapotzalco (Nuttall 1956).

Los quelites eran consumidos por los habitantes de lo que hoy es México mucho tiempo antes de la llegada de los españoles. Cuando llegaron los colonizadores ya formaban parte de la alimentación tradicional. Actualmente se reconocen más de 350 quelites y se siguen consumiendo en todo el país, forman parte de la cocina tradicional y aportan nutrientes como: vitaminas, minerales, antioxidantes y ácidos grasos (CONABIO). 
 
Los quelites son verduras tiernas que se pueden consumir como platillo principal, como complemento o como condimento, algunos de ellos son utilizados como hierbas de olor. Se puede comer la planta completa (sin la raíz), las hojas, los peciolos, las flores o las plantas tiernas o rebrotes. Algunos ejemplos son: verdolagas, hoja santa, chaya, pápalo, epazote, alaches, quintoniles y romeritos. De las flores las más consumidas son las de calabaza, agave, colorín, yuca, guaje y huazontle (inflorescencia). Aunque son deliciosos, hay que tener precauciones ya que algunos contienen oxalatos que pueden ser tóxicos pero que se eliminan fácilmente hirviéndolos o estrujándolos (Video 1). 


Video 1. Tomado de CONABIO

La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, tiene un espacio destinado exclusivamente a los quelites. En él encontrarás algunos recetarios y videos bastante interesantes sobre sus usos, valor nutricional, e inclusive un cuento para que los conozcas. Te dejo algunas ligas de interés y te invito a disfrutar de sus beneficios y sabor.  

lunes, 25 de abril de 2022

El aceite de mamey

Recorriendo los pasillos de una tienda comercial, observé los diferentes productos cosméticos que estaban exhibiendo. Recuerdo que en la clase de Botánica Económica nos hicieron la recomendación de revisar qué contienen los productos que utilizamos. Puse atención en algo que me llamó la atención: los componentes de un rimen, ya que contiene aceite de hueso de mamey. 

Arbolito de Pouteria sapota (Foto: Ana M., con permiso).

El mamey, Pouteria sapota (Jacq.) H.E. Moore et Stearn, es un árbol frutal y ornamental, perenne, que pertenece a la familia Sapotaceae. Se encuentra en las regiones cálidas y húmedas de México. Sus hojas son color verde oscuro, brillosas y duras, colocadas en forma de abanico en las puntas de las ramas (Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana). Sus flores son solitarias, tienen un cáliz verde con numerosos sépalos obtusos. 

Puesto de mamey.

Su nombre común varía de acuerdo a la localidad, se le conoce como “mamey colorado”, “zapote”, “zapote mamey”; en Oaxaca “ka’ ak pool”; en Puebla “lisuku haka” en totonaco, “chichiltzapot”, “cuauhzapot”, “jaca”, “jaka”; en Quintana Roo “choch” en maya. 

Los frutos son bayas que llegan a medir 20 centímetros, de forma ovoide, con una cáscara rojiza y de textura áspera. El mesocarpio es carnoso y tiene un sabor dulce, de color naranja a rojizo. 

La parte principal usada es la pulpa del fruto. Contiene cantidades considerables de carotenoides y compuestos fenólicos (Alia T. et al., 2005). Además, contiene fibra, hierro, calcio, proteínas, sodio, vitaminas y carbohidratos, como fuente de energía (Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, 27 de noviembre de 2020). 

Fruto de Pouteria sapota.

Existen evidencias de que las vitaminas (E y C) y el β-caroteno contribuyen en la disminución de enfermedades como el cáncer, enfermedades cardiovasculares y cuentan con una actividad antiinflamatoria (Rice y Miller, 1995). 

Por todas estas propiedades de su pulpa, el mamey tiene una alta demanda. Es un alimento con muchas ventajas nutricionales y se integra a diversos postres como batidos, jaleas, helados, pastas y conservas (Beristain et al., 2006).

Batido de mamey.

Sin embargo, hay otra parte de esta fruta que tiene importancia porque produce un aceite interesante con usos alimenticios y cosméticos: la semilla. Es de color negro a café oscuro, grasosa y con un olor particular a almendra; un fruto puede tener entre 1 y 4 semillas (Morton, 1987). El embrión carece de endospermo, los dos cotiledones son desarrollados y oleaginosos

En algunos estados como Morelos, Puebla y Tlaxcala, se le atribuye propiedades contra la caída de cabello, es el uso tradicional más común de esta planta. También forma espuma al jabonar y se usa para embellecer el cabello de las mujeres y contra la caspa (Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional). Otro usos que se le da son en la industria cosmética, en la ganadería y como una fuente alterna de biocombustible (Lino, 2018-2019). Finalmente, se usa en alimentos, como el conocido tejate.

Semilla del fruto de mamey.
 

De acuerdo con los estudios, de la semilla se obtiene un aceite rico en vitaminas (A, B1, B3 y C), minerales (calcio, magnesio y potasio) y ácidos grasos. También se reporta su contenido de ácidos grasos saturados, monoinsaturados (oleico y palmitoleico) y poliinsaturados, como el linoleico (Laiz et al., 2009)

Dadas estas propiedades, se utiliza el aceite de hueso de mamey en la cosmética natural, como suavizante e hidratante de la piel. Su contenido de carotenos le confiere la propiedad de captador de radicales libres (Gómez et al., 2012). 

De forma tradicional se usa como materia prima para la elaboración de champú, acondicionador de cabello maltratado, reseco y sin cuerpo; para productos de belleza, mascarillas faciales y rimen para las pestañas. 

Mascaras para pestañas con aceite de mamey.

El método empleado para obtener el aceite del hueso inicia con la recolección de la semilla; sigue el molido que facilita la liberación del aceite de su interior. Luego se acondiciona para que se genere una pasta que pasa por una prensa en la que se separa el aceite. Finalmente se filtra para que se retiren las impurezas del aceite y se enfría para ser almacenado (Tabio et al., 2017). 

Entonces, con todos estos datos, podemos conocer acerca de las propiedades del aceite de mamey. Si quieren saber como obtener aceite dejo este vídeo de una forma casera de obtenerlo.


Referencias 

Alia T., I., Soto H., R. M., Colinas L., M. T. y Martínez D., M. T. (2005). Análisis preeliminar de carotenoides y compuestos fenólicos en frutos de zapote mamey (Pouteria sapota (Jacq.) H.E. Moore et Stearn). Revista Chapingo Serie Horticultura 11 (2): 225-231. 

Beristain, C. I., Cruz S., F., Lobato C., C., Pedroza I., R., Rodríguez H., M. E., y Verde C., J. R. (2006). Aplications of soluble dietary fibers in beverages. Revista Mexicana de Ingeniería Química 5 (1): 81-89.

Gómez J., R., Nieto Á.,D., Téliz O., D., Mora A., A., Nava D., C., Martínez D., M. T. y Vargas H. M. (2012). Manejo postcosecha de zapote mamey (Pouteria sapota (Jacq.) H. E. Moore and Stearn) y su impacto en la calidad de la fruta. Revista Chapingo Serie Horticultura 18 (2): 253-262. 

Laiz S., J. C., Tovar M., R., Durán-de-Bazúa, M. C., y Solís F., J. A. (2009). Aprovechamiento de residuos agroindustriales: Producción de biodiesel por transesterificación alcalina de aceite crudo de “almendras” de zapote mamey (Pouteria sapota). Tecnología, Ciencia, Educación, 24 (1): 48-56.

Lino A., M. B. y Lino A., M. I.  (2018-2019). Obtención de aceite a partir de la semilla de zapote mamey (Pouteria sapota) para su uso como biocombustible. Tesis de grado. Universidad de Guayaquil, Facultad de Ingeniería Química. Guayaquil-Ecuador. 

Morton, J. (1987). Fruits of warm climates. Autopublicado. Miami, FL.

Rice E., C. y Miller, N. J. (1995). Antioxidants-The case for fruit and vegetables in the diet. British Food Journal 97 (9): 35. 

Tabio G., D., Díaz D., Y., Rondón M., M., Fernández S., E., y Piloto R., R. (2017). Extracción de aceites de origen vegetal. Universidad Tecnológica de la Habana “José Antonio Echeverría”. La Habana. ISBN: 978-959-261-553-3