lunes, 10 de febrero de 2014

Conspiración contra la muerte: los varones también partean

Gerbacio Ramos ahora vive en una casita de bambú, los escasos muebles y el piso de tierra no son antagónicos con la pulcritud de la vivienda, aunque él prefiere recibir sus visitas en el corredor de la casa contigua porque tiene piso firme y en las tardes corre un aire fresco que viene del patio vecino. Ambas viviendas están ubicadas en una lomita con escaso jardín, únicamente prevalece un ciruelo y una bugambilia morada, el resto del solar muestra una fina capa de pasto que deja entrever el casquete de un suelo delgado y blanquecino.

Casa de bambú

El ciruelo, también llamado jocote
Gerbacio no sabe, pero el año de su nacimiento también nació en esas tierras de Veracruz el éxito musical de Agustín Lara, “Veracruz”. Fue en 1936 en el que nació en manos de su padre quien también fue partero facultativo, ajeno a otros hechos y en ausencia de médicos en la comunidad de Agua Dulce próximo a Papantla, al igual que sus cinco hermanos; .

Por necesidad trabajó la parcela familiar al lado de Cayetano Ramos Chena, su padre; actividad a la que renunció por considerarla muy ruda. La situación familiar era precaria, los recursos escaseaban de manera proporcional al aumento del número de hijos, por lo que desde los 14 años de edad tuvo que trabajar de cocinero en Martínez de la Torre, hecho que marcó su vida puesto que a los 17 años recibió la propuesta de una comensal fascinada con su sazón; era una doctora del hospital de Martínez de la Torre quien lo invitó a cocinar para ella y sus pacientes que eran atendidos de manera particular en su domicilio.

-Asumé una postura afable- rememora con nostalgia y gratitud aquella tarde: “Me dijo: vente conmigo ahí vas a aprender más… trabajé con ella y ahí anduve…como tenía enfermos en su casa me decía: cuando se enfermen me hablas por teléfono que ya comenzó mala, yo iba a ayudarla y ahí me enseñe con ella a partear; sé inyectar y poner suero. Ella vió que a mí me gustaba eso del parto y dijo vente me vas a ayudar; con ese conocimiento me vine para acá a Hueytepec… empecé a partear con toda la gente de aquí y también ayudaba a parir a los animales del rancho”.

Solidario siempre
La vida -piensa- a mis 77 años es buena conmigo, aquí todos me dicen abuelo “son mis nietos de ombligo”-prolonga su sonrisa afectuosa y continua la charla- “antes cuando yo empecé a trabajar cobraba doscientos pesos, me fui a quinientos, a mil, ahora cobro dos mil y no dicen que no; ocho días las cuido, las baño y les hago el remedio”.

El kit de parto como podríamos llamarle no incluye la sobada de la pancita ya que esta la cobra aparte (cincuenta pesos cada sobada), lo que sí es parte del servicio son los consejos previos en el que sugiere la limpieza de la vivienda, compra de perillas, entre otros enseres; con la ayuda de algún familiar de la paciente hace el baño tanto a la madre como al bebé ya sea con soapajtle, yante, laurel, yerba del zorrillo, huele de noche, hoja de santa maría, hoja de acuyo “según lo que se encuentre en el patio más cercano”, el servicio continua durante cuatro días y para que se limpien mejor les da también huichín, raíz o cáscara de capulín y sábila.

Una entrevista concedida al autor por otra partera de la comunidad confirma la fama de Gerbacio como partero:
Recocida partera y curandera
“Ese Gerbacio, mis respetos para él, se lo recomiendo como si fuera doctor, ese hombre nos gana, si ya nació el bebé y ya pasaron quince o veinte minutos y no le viene la placenta les pone una inyección y les saca la placenta, sin lastimarlas; ya me tocó un parto con él. Ah!, también es huesero.”

 Más allá de cualquier elucubración que se hilvane sobre este personaje, se destaca su humanismo, pues a pesar de su edad y en ocasiones convaleciente, acude presto al llamado de las parturientas y asevera “de que se muera la muchacha mejor me muero yo, que ya estoy grande, ¡que viva ella y su niñito!”, no admite interrupción y continúa: “Actualmente yo trabajo con la clínica de aquí, yo hice cursos en Veracruz, en Xalapa, en Martínez de la Torre, en Papantla, en Poza Rica, le dan a uno plática los doctores, te enseñan y te empiezan a decir a como se ve el parto, como debes de trabajar; si es malo o está atravesado el bebé o viene sentadito … los médicos me esterilizan las pinzas, las tijeras, los cordones, las perillas (tanto las que yo compré y las que me dieron ellos en los cursos), uso guantes y agua hervida de garrafón si se puede”.

Almacenaje rústico pero eficaz
Tampoco han renunciado a sus costumbres ancestrales de las sobadas y al baño previo al parto con agua tibia, mucho menos al té de laurel con canela o soapajtle que se compra en la yerbería, es amargoso por lo que se le puede mezclar con chocolate.

Sus palabras reflejan un hondo cariño por su trabajo, aunque con rictus de lamento dice: “…antes tenían la costumbre de hacer fiesta, mataban guajolote o un puerco y hacían mole, tamales y le daban a la partera o partero, hora ya ni de comer le dan a uno, bueno si hay unos que te dan un cafecito, pero antes le daban a uno fiesta y puntualito a los ocho días te pagaban, también sahumaban con copalero de sahumerio, prendían veinticuatro velitas y ahí pasabas al niño, yo todo eso hice para que el niño creciera bonito; creencias que ahora no se hacen, se le llamaba al ritual: hacer ocho días, ahora yo les digo págame y ya me voy. …antes había un horno (temazcal) ahí adentro las bañaban a los ocho días, las hojeaban y las envolvían en una cobija.

Permanecían ocho días en cama, no se querían parar, nomás estaban de lado porque las suegras les decían que hay que estar acostadas porque se les puede bajar la matriz, ¡que se les va a bajar, yo las paro!” 

Se sabe que hay médicos de la Unidad Médica de Campo que mantienen comunicación permanente con los parteros y parteras de la comunidad de Hueytepec, su finalidad es trabajar de forma conjunta y sobre todo de vigilar que estos ya no realicen partos, que únicamente se limiten a dar sobadas, recetar infusiones, tronar empachos, entre otras cosas. Permitirles actuar en casos de extrema urgencia, siempre y cuando no esté en riesgos la vida de la madre, ya que a partir del 2012 el índice de sobrevivencia es un indicador de gestión de calidad a nivel nacional. Estas disposiciones de la autoridad de salud, no disuade, sin embargo legalmente limita a parteros a actuar sin consentimiento o asistencia de algún médico.

“Son personas muy preparadas…tienen tanta intuición y perspicacia para saber cuándo va nacer un bebé, que asusta” confirma el médico en turno en Hueytepec. Efectivamente este sincretismo creó un modelo de atención mixto Bejarano (2004) o de convergencia como le llama (Méndez, 1991; citado por Espinosa, 2009).

En la actualidad se observa que los habitantes de cualquier comunidad recurren indistintamente al médico o al curandero de acuerdo con la percepción de los signos y síntomas que tengan de la enfermedad y en el caso específico de los embarazos con los parteros reconocidos a nivel local.

La relación de los parteros con la paciente es más estrecha y cálida, en contraste con el trato generalmente impersonal de los galenos, a eso se suma la creencia de las mujeres del campo de que si van a la clínica las van a operar para no tener más hijos.

“A muchas les gusta con nosotros aliviarse, pues porque tienen miedo y dicen que las van a operar, pero les digo que si el doctor puede ver que si necesita hacer una operación vaginal le cortan tantito a la mujer y para que se le pase la dolencia les ponen una inyección o una pastilla; nosotros además les lavamos con hojas de huele de noche, santa maría; les quitamos las venitas (nervaduras), se lavan bien y se ponen a hervir en un cazo grande que no se use para cocinar, se cuela. …cuando tienen muy inflamada la vagina, ponemos a cocer con aceite de comer hojas de acuyo y de santa maría, lo envolvemos en un trapo limpio y le caldeamos su parte -aplicamos compresas”.

El mayor entendimiento de la sofisticación de los sistemas de conocimiento indígena requiere necesariamente una inmersión a profundidad en las formas de vida campesina, esta reseña es un modesto intento por enaltecer la labor de los médicos tradicionales que de manera amena hacen asequible a la sociedad sus saberes ancestrales guardados celosamente en el seno familiar, cobijados por el imponente manto de piedad.

No existen para él desencanto ni la frustración, solo le perviven el cariño y respeto de sus nietos de ombligo, muchos de ellos internados en la penumbra de la selva se encuentran confortados con su luz. A pesar de la precariedad de sus posesiones, deja muy claro que en la noción de su libertad aumentó su riqueza de posesiones eternas; no le teme a la muerte, le invade la costumbre de confabular contra ella. Ya oscurece, es hora de retornar a casa, por nada cambiaría esta experiencia.

 BIBLIOGRAFÍA CITADA

Bejerano, I. 2004. Lo culto y lo popular. Medicina letrada. Hacia una práctica unificada de los conocimientos médicos. Cuadernos de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Jujuy, Argentina) 24:13-22.
Espinosa Cortés, L. M. y A. Yzunza Ogazón. 2009. Diálogo de saberes médicos y tradicionales en el contexto de la interculturalidad en salud. Ciencia Ergo Sum (Universidad Autónoma del Estado de México) 16(3):293-301.

Pascual Alexander Jiménez Cabrera
pascualajc@gmail.com

5 comentarios:

  1. Me ha encantado esta entrada. Gracias Pascual. Saludos norteños.

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  2. BUEN ARTICULO. FELICIDADES

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  3. Hola alex felicidades por el articulo me da gusto saber de ti aun que sea por este medio ya que desde hace muchos años no te veo...tkm.... tu amiga Meliss de Chiapas

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    1. Gracias, pásame tu correo o facebook. Muchas bendiciones y saludos.

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