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viernes, 20 de febrero de 2015

Preparación del pichoco (Erythrina coralloides)

El pichoco es un árbol que produce flores rojas las cuales son utilizadas de alimento para los pobladores de la región tropical de Veracruz. Es comúnmente conocido con este nombre en el municipio de Tuxpan, Ver., aunque en otras partes de México se llama colorín.

Árbol de Pichoco.
Estas flores se pueden guisar de varias maneras, por ejemplo se puede preparar tamales, tortas, en caldo de frijoles, con huevo, etc.

A continuación se muestran los pasos a seguir para preparar pichoco con huevo:

Ingredientes:
  • 1/2 kg. cocido de Pichoco
  • 3 Huevos
  • 2 Tomates
  • 1/2 Cebolla
  • 1 Ajo
  • Sal al gusto

Preparación:
1.- Se corta el pichoco y se desenvaina, es importante que se le quite la parte blanca que se encuentra dentro de las vainas (estambres), ya que esta puede provocar un sabor amargo al guiso.
Cortar

Poner en un recipiente
Despicar

2.- Se lava, se pone en un recipiente con agua y se hierve hasta que cueza bien.

Lavar.

Hervir.
4.- En la licuadora se muele tomate, cebolla y ajo, se fríe en aceite.

Picar tomate, cebolla y ajo.

Licuar

Freír el recaudo.


5.- Se agrega el pichoco, se deja hervir para que tome el sabor del recaudo y se le pone el huevo y lissssssto.

Agregar el pichoco al recaudo

Agregar huevo.

Platillo.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Viaje a la Huasteca Hidalguense (parte 2)

Conociendo la Huasteca

Dejamos atrás Tlanchinol y llegamos a Coacuilco, localidad que pertenece a Huejutla de Reyes (corazón de la Huasteca Hidalguense), donde Don Manuel nos esperaba con unos panes y un café de la región.

Después de platicar un poco, nos llevó a conocer el traspatio de su vecina, quien amablemente nos dejó tomar fotos de las inumerables plantas ornamentales (begonias, azucenas, crisantemos), frutales (naranjos, plátanos, cacao, mangos), y medicinales (albahaca, árnica) que poseía.

El huerto de la vecina de Don Manuel
El sol se hacía presente y el calor aumentaba conforme pasaban las horas, por lo que Don Manuel sugirió que empezáramos la caminata ya que íbamos a recorrer un poco el monte para apreciar los sistemas de cultivo de la región.

Caminando hacia el monte junto a Don Manuel
 La subida se empezó a notar, atrás se quedaba el pueblo, y a las orillas del camino se observaban cafetales (Coffea canephora), potreros, naranjales (Citrus sinensis), cedros (Cedrela odorata) y acahuales. En un punto de la caminata, pudimos observar lo que ya llevábamos recorrido, sin embargo, aún faltaba llegar a la cima de la colina.

Cafetal mezclado con plátanos y cedros
Vista hacia Coacuilco, se puede apreciar los potreros y los árboles muchos de ellos de cafetal
Bebimos agua del manantial, y en el camino pudimos platicar con algunas personas que llevaban leña, café, quelites y pastura para sus animales, mientras los compañeros se sentían cansados por el calor y la subida, la gente se veía fresca y liviana, acostumbrada a la rudeza del clima y del camino.

Entrevistando a una señora que llevaba quelites para su casa
Hombre transportando una carga de café (40 kg aproximadamente) bajo el duro sol de la Huasteca
Por fin, la cima estaba a la vista, y frente a nosotros, el cerro de Loltla se hacía presente, parecía que casi llegábamos a la mitad del recorrido, pero faltaba la bajada, la cual fue aún más difícil que la subida, aun así, la belleza del paisaje nos animaba a seguir. Después de una hora, estábamos en el lecho del río donde nos detuvimos a descansar.

El cerro del Loltla ante nuestros ojos...
El regreso iba a ser paralelo al río, el lugar era más fresco y se podía ver la vegetación de los terrenos, había pimienta (Piper nigrum), mangos (Mangifera indica), aguacates (Persea americana), papatla (Canna indica), sembradíos de maíz y más cafetales. De pronto, el río que en un principio no tenía agua, se había unido a otros más hasta llegar al río principal que venía del cerro de Loltla, así que fue un buen momento para descansar y apreciar la belleza natural de las rocas, y del agua limpia y cristalina donde los peces nadaban tranquilamente.

Junto al río de Loltla
En la orilla del río, crecían poblaciones de colas de caballo (Equisetum sp.), y también se podían observar olmos (Ulmus sp.) y la dureza de sus troncos, porque a pesar de las crecidas del río, han resistido los golpes de las rocas.

Cola de caballo
Olmo
Todos exhaustos y hambrientos, llegamos a la orilla de la carretera, donde después de esperar minutos, abordamos una camionetita que sirve de transporte entre las comunidades. Al llegar a la casa de Don Manuel, la comida ya estaba lista: un rico mole huasteco acompañado de arroz blanco y frijoles nos esperaba en la mesa, un platillo típico de las fiestas de la huasteca, sobra decir que era un manjar digno de celebrar.

Mole huasteco, típico de la región
Una vez terminada la comida, visitamos a unos artesanos que elaboran máscaras con diferentes tipos de árboles, pero principalmente de pemuche (Erythrina). Las máscaras eran una maravilla, había desde las que representaban un venado, hasta las que tenían forma de jaguar, todo elaborado con herramientas rústicas que utilizaban para su fabricación.

Máscara de venado
El día se había pasado muy rápido entre el recorrido y las visitas que se hicieron al huerto y a los artesanos, por lo que antes de irnos de Coacuilco, decidimos ver su plaza principal, donde se podía observar la representación de una coralillo en piedra. Esta figura, representa el nombre del lugar ya que Coacuilco significa serpiente rayada; según cuenta Don Manuel, que hace tiempo se había encontrado un monolito con forma de serpiente, pero con el tiempo se perdió y solo se elaboró la réplica que ahora está en la plaza.

Representación de una serpiente de coralillo
El día había llegado a su fin, así que viajamos hacia Huejutla de Reyes, donde nos quedamos en un hotel cerca de la Plaza de Armas, para al día siguiente poder recorrer el famoso tianguis del lugar que se coloca todos los domingos. Al día siguiente, muy temprano, fuimos directamente al mercado, donde probamos el zacahuil, que es un tamal gigante como para 150 personas, envuelto en hojas de papatla, y elaborado con masa de maíz, pollo y cerdo. Junto con este tamal, probamos el Xojol, que es un tamal dulce, elaborado con masa de maíz y pilón.

Abriendo el zacahuil para vender
Dentro del mercado, también probamos las enchiladas, que son muy diferentes a las que se conocen en el Valle de México, ya que son tortillas remojadas en diferentes tipos de salsa: verde, tomate y chile seco, las cuales tiene un precio sumamente accesible, de tan solo un peso la enchilada.

Comiendo enchiladas huastecas en el pasillo de las enchiladeras del mercado
Después de un buen desayuno, recorrimos el mercado, donde había bastantes productos de la región, calabazas, chiles verdes, chiltepines, flores de pemuche, bules, jícaras, tamarindo, tomate arrugado y tomatillo, nopalitos frescos, frijol, café, camote y yuca cocida, tamalitos de charales, carne fresca y seca, animales, ceras y muchas cosas de atractivos olores, sabores y hasta colores.

Venta de productos frescos
La algarabía de la gente llenaba de ruidos el ambiente, hablaban en español y también en náhuatl, preguntaban precios, hacían sus cuentas y venían si les gustaba para comprarlo, los vendedores ofrecían, te daban una prueba de yuca, te mostraban la mejor gallina o guajolote, y la gente mercaba sus productos para llevarlos a su casa.

Vendedor de ceras naturales y parafina
Preguntando el precio de las esponjas
Había tantas cosas por ver, pero el tiempo era corto, así que tuvimos que irnos decir adiós a Huejutla y dejar atrás la Huasteca para regresar a Texcoco después de siete horas, llevando en nosotros una gran cantidad de experiencias, recuerdos y sobre todo ganas de volver, porque como bien dice Don Manuel, que si pruebas el agua del manantial, es probable que ya no te quieras ir.

Compañeros del Colegio felices de conocer la Huasteca


miércoles, 4 de mayo de 2016

Viaje a la Huasteca Hidalguense (parte 1)

Rumbo a la Huasteca, paisajes de Hidalgo

Era una fría mañana de marzo de esta año, el viento mecía las ramas de los árboles cuando abordamos la unidad que nos llevaría la Huasteca Hidalguense, todos con frío, imaginábamos que el viaje sería un poco peligroso. Para algunos estudiantes de las materias de Botánica Económica y Etnobotánica del Colegio de Postgraduados, el lugar al que iríamos era desconocido, pocas veces habían escuchado del lugar, pero aun así, la emoción de conocer nuevos caminos y paisajes, era tan grande que la alegría se sentía en el vehículo.

Vehículo en el que viajaríamos a la Huasteca
El primer tramo fue un poco largo, salir de Texcoco, tomar la carretera hacia Calpulalpan, seguir de frente, desviarnos hacia Pachuca, para al final tomar la desviación del corredor turístico de la Montaña que nos conducía hacia nuestro primer destino: El bosque del Hiloche en Real del Monte.

Rumbo a Pachuca, al fondo se observa el Acueducto del Padre Tembleque
La vegetación era maravillosa, había una mezcla de majestuosos encinos (Quercus glabrescens, Quercus mexicana, Quercus rugosa), pinos (Pinus patula, Pinus teocote) y Cupressus (Cupressus lusitanica) principalmente.

Encino en el bosque del Hiloche
Árboles de Cupressus
Admirados y con frío, veíamos los efectos del fuerte viento que había ocurrido durante los últimos días y que había afectado varias regiones del centro de México, en el bosque se observaban ramas caídas, troncos tirados y bastante hojarasca aún fresca que cubría el sotobosque.

Ramas de encino tiradas por el viento
La gente del lugar aprovechaba para cortar las ramas que les servirían para prender el fuego, mientras que algunos se preocupaban por los daños ocasionados en algunas casas y vehículos que se habían visto afectados por la caída de los árboles, por lo que debido a la tensión del momento, decidimos seguir nuestro camino.

Señora recogiendo ramitas al lado del vehículo dañado por la caída de un árbol
El siguiente punto a visitar fue la Reserva de la Biosfera de la Barranca de Metztitlán, donde a la orilla de la carretera apreciamos la inmensidad del sitio, laderas cubiertas de matorrales donde se podían ver garambullos floreciendo (Myrtillocactus geometrizans), candelabros (Stenocereus dumortieri), acacias (Acacia spp.), nopales (Opuntia sp.) copales (Bursera spp.) e izotes (Yucca filifera) creciendo.

Vista de la Barranca de Meztitlán, se pueden apreciar los candelabros, izotes, nopales, copales, etc.
Más adelante, visitamos una UMA (Unidad de Manejo Ambiental) llamada El Viejo Cactus, donde se aprovechan las especies de cactáceas que hay en la región, en especial de los llamados viejitos (Cephalocereus senilis), los cuales son reproducidos para su venta y así evitar su depredación.

Encargado de la UMA El viejo cactus dando una explicación del proceso de reproducción
Plantas jóvenes de los cactus llamados viejitos
Al proseguir nuestro camino, el frío había desaparecido completamente y se dejaba sentir el calor agobiante, así que decidimos detenernos en las famosas nieves artesanales Metzt, además de que observamos los productos de la zona como la nuez, la miel, frijol, licores de frutas, conservas, y dulces típicos.

Probando las tradicionales nieves de Metzt
En este punto ya se hacía notar la presencia de la Huasteca, debido a que en los puestos vendían licores de capulines, de jobo (Spondias mombin) y de vainilla (Vanilla planifolia), chiltepines (Capsicum annum) en conserva y miel espesa y obscura.

Venta de licores, conservas, miel, nueces, frijoles y aguacates
La venta de estos productos se lleva a la orilla de la carretera por lo que se pudo observar los terrenos de cultivo  recién labrados y listos para la siembra de maíz o frijol. A su lado, hay enormes nogales que sirven para delimitar las parcelas y poder vender la nuez que se cosecha.

Nogales (Juglans regia) delimitando los terrenos para siembra
Después de refrescarnos un poco, procedimos nuestro camino, y nos paramos brevemente en el pueblo de San Agustín Mezquititlán, donde se observó el tipo de construcción de las casas y el reloj monumental, típico de varios municipios de Hidalgo.

Reloj monumental de San Agustín Mezquititlán
Más adelante, la vegetación había cambiado, aún quedaban algunos huizaches pero la presencia de pinos mostraba que habíamos dejado atrás los matorrales espinosos de Meztitlán y entrabamos a los bosques templados de Zacualtipán.

Pinos, huizaches y nopales
Durante el trayecto, las serranías y paisajes iban cambiando, de los bosques de pino de Zacualtipán, a los bosques mesófilos de montaña que se empezaban a apreciar en Molango. En Ixtlahuaco, apreciamos un poco la vegetación de un potrero, donde había encinos cubiertos de helechos, algunas bromelias (Tillandsia sp.) e incluso una orquídea que parecía ser del género Epidendrum, plantas típicas de los bosques húmedos.

Encino cubierto de helechos y bromelias
Relictos del Bosque mesófilo de montaña en Ixtlahuaco
Como la noche se acercaba, decidimos pernoctar en Tlanchinol, donde cenamos apropiadamente unas quesadillas de pemuche (son flores de Erythrina sp.). A la mañana siguiente, con las primeras luces del sol, se podía apreciar el paisaje de montañas y las hermosas construcciones del lugar.

Hermosa vista de las montañas en Tlanchinol
Con estas bellezas en nuestra cabeza, decidimos proseguimos el viaje con rumbo a la Huasteca Hidalguense que se encontraba justo después de Tlanchinol.

lunes, 28 de abril de 2014

Un fin de curso sabroso

Como parte de los cursos que imparto, hacemos una reunión final hacía el fin del cuatrimestre. Los alumnos de Botánica Económica tienen que preparar guisados (principalmente de plantas, ya que se trata de botánica), de preferencia típicas y/o de interés, y los alumnos de Etnobotánica tienen que evaluarlos. Y después, por supuesto, los comemos entre tod@s y con platica de sobremesa.

Esto lo hicimos el viernes pasado y para que tengan una idea, les comparto lo que saboreamos. Vienen en orden alfabético por el nombre de los estudiantes que contribuyeron.

Betzaida trajo chiles rellenos con arroz, queso manchego y plátano macho en una salsa de frijol y crema.

Esto es un pastel azteca de Gabriela, con una crema de chile poblano.

Estos uchepos de Jessica ya los conocen; son sencillos, pero una combinación muy rica.

Esta obra de arte, calabacitas rellenas con papas con tocino, quintonil y hoja santa (tlanepa), fue obra de Josael.

Macrina trajo una de sus sopas favoritas, de charal tripilla con nopales en salsa verde. Los charales son pececitos de agua dulce que se venden secos. El charal tripilla es uno de los varios tipos; si alguien sabe el nombre científico, favor de dejar un comentario.

Esto son frijoles negros con pitos - sí, así se llaman en Guerrero. Son las flores de Erythrina.

Rosa trajo una sopa de flor de calabaza poblana, típica de su tierra.

Cada quien tiene que explicar su platillo, por supuesto.

Somos científicos, cierto? Pero no se preocupen, después se dejan las libretas y se sacan las cucharas.